Agosto 2000                                                                                                                         Boletín de Noticias No. 33
 
 
 

Una hora Santa para todos los días
Mons. Robert J. McCarthy - Watertown, NY

Durante más de 55 años he sido ministro del carnaval de los obreros migratorios y he hecho una Hora Santa diaria ante el Santísimo Sacramento en iglesias, capillas y monasterios en todo el continente. Quisiera compartir mis experiencias, no para alardear, pero en la esperanza de que otros se sentirán animados a hacer una Hora Santa diaria como parte de su vida espiritual.

La Hora Santa ante el Santísimo Sacramento comenzó para mí un año antes de ser ordenado, cuando el Obispo Sheen visitó mi seminario y retó a todos los seminaristas a hacer una Hora Santa, como lo había hecho él por años. Yo comencé mi Hora Santa diaria y, excepto en ocasiones de enfermedad o imposibilidad, he hecho mi hora con Jesús todos los días desde entonces. 

Durante mis primeras asignaciones como párroco asociado, la Hora Santa era la parte más importante del día para mí. A veces hacía mi hora de adoración a las 6 de la mañana, antes de mi misa a las 7. Otras veces era más tarde en el día, pero generalmente un poco antes del mediodía. Yo le daba a mi Hora Santa la mayor prioridad y la completaba antes de empezar mis deberes cotidianos, los que incluían visitas a los asilos, enseñanza a los escolares yvisitas a los enfermos.

Cuando me “gradué” como pastor asociado, mi Hora Santa era más fácil porque yo escogía las horas que fueran más convenientes, antes de dedicarme a los deberes parroquiales. Como pastor yo fui asignado a parroquias que tenían grandes deudas. Cuando me dí cuenta de que mis habilidades no me permitirían resolver estos problemas, se los entregué a Jesús en el Santísimo Sacramento, con una Hora Santa, consagrándome a Él, junto con la parroquia. 

¡No transcurrió mucho tiempo antes de que, de diversas maneras inexplicables para mí, las deudas fueron pagadas y la iglesia y la escuela empezaron a prosperar! Esto me convenció más que nunca de la necesidad de tener una Hora Santa diaria, ya que Jesús había prometido que bendeciría los proyectos de los sacerdotes que se dedicaran a Él.

En 1970 el Papa Pablo VI estableció la Comisión Pontifical para el Cuidado de los Migratorios y los Refugiados, y yo fui nombrado como ministro para atender a los hombres y mujeres encargados de trabajar con los carnavales migratorios. Esto parecía una tarea insuperable para un sacerdote rural que nunca había trabajado con trabajadores migratorios. De nuevo acudí al Santísimo Sacramento en mis Horas Santas diarias, y las cosas empezaron a prosperar. Unos 400 carnavales, con 60,000 empleados, actúan en casi 4,000 ferias estatales y distritales en los Estados Unidos y Canadá, y estos trabajadores desean los servicios de la Iglesia. Debido a esto y dándome cuenta de mi insuficiencia, puse el apostolado entero en manos de Jesús, con la promesa de orar durante unaHora Santa ante del Santísimo Sacramento en cualquier lugar que me encontrara.

La Basílica de S. Dunstans (en la Isla Prince Edward, Canadá) fue un lugar donde hice tres o cuatro Horas Santas, unacada día que pasé allí, durante 18 años consecutivos, mientras visitaba el carnaval en esa ciudad. Y esto fue sólo en una ciudad. Dos días más hacía Horas Santas en la catedral de Anchorage, Alaska, durante una visita al estado. Había Horas Santas en San Pedro, en Roma, mientras visitaba el Vaticano para hacer mi reporte anual sobre la obra con los migratorios. Y había Horas Santas en Asís, en Fátima y otros lugares de Europa.

Parece milagroso, pero es cierto, que siempre había capillas e iglesias cerca de los muchos lugares a los que mi trabajo me llevaba y en las cuales podía fácilmente hacer mi Hora Santa antes de ir al lugar del carnaval. Un día, temprano por la mañana en Boston, cerca del amanecer, salí en espera de encontrar una iglesia que estuviera abierta. Me acerqué a un hombre bien vestido, cerca de la parada del autobús. El me habló de una capilla que quedaba a unos pocos pies de donde estábamos, ubicada en un edificio grande. Era una capilla típica del centro comercial, y pertenecía a una comunidad de hermanos religiosos. Desde ese día, la visité regularmente durante algún tiempo.

Otra vez fue en Salt Lake City, el hogar de los Mormones, a donde llegué de noche y fuí a un hotel. A la mañana siguiente me levanté temprano y caminé por una callecita que quedaba solamente a una cuadra de mi hotel. Durante mi paseo, encontré una capillita en un edificio comercial. Cuando entré en la capilla, me encontré con que había hasta exposición del Santísimo Sacramento, con Jesús esperando por mí.

Estas capillitas escondidas en grandes edificios no son muy raras en nuestras grandes ciudades. Toronto tiene una situada en el mismo centro del distrito financiero, con la capilla en el el segundo piso de un gran complejo comercial.

En otra ocasión, casi a la medianoche, llegué a un pueblecito en Kinsley, Kansas, yfui informado por un residente que su iglesia católica nunca estaba cerrada. A esa hora temprana, cuando aún estaba oscuro, encontré el camino a la iglesia, y allí, en completa soledad, tuve mi Hora Santa con mi Señor.

Algo similar ocurrió en Chatham, New Brunswick. El pequeño avioncito en que viajaba llegó tres horas atrasado a Chatham, así que fui directo al cuarto del motel a dormir. Temprano por la mañana, me desperté, miré por la ventana yvi, no lejos, las torres de la basílica. No tarde mucho en encontrarme con Jesús en una cómoda capilla lateral. Esto nos recuerda las palabras de S. Claude con respecto a Jesús en el Santísimo Sacramento: “Puedo encontrarte en dondequiera que voy.”

Todos los años, en enero y febrero, tenía que visitar a los trabajadores en sus paraderos durante el invierno. Mi primera parada era Tampa, Florida, donde había una iglesia jesuíta a menos de una cuadra de mi cuarto y a donde iba todos los días para mi hora de adoración. Después seguí para Minneapolis, y no lejos del lugar donde paraba había una iglesia a la que podía ir a pie. De ahí volvía

para Miami, donde había una estupenda capilla de hospital que estaba abierta a todas horas para las Horas Santas. Y cuando estaba en New York había una capilla similar a la que podía ir.

Hoy en día muchos areopuertos tienen capillas, y como la mayoría de mis viajes eran por avión, yo usaba esas capillas para mis Horas Santas. Verdaderamente, si se le dedica un poco de tiempo a buscarlas, se pueden encontrar capillas e iglesias en casi todas partes para pasar un tiempo con Jesús.

Después de casi 50 años de sacerdocio y de Horas Santas diarias, yo atribuyo mi perseverancia y éxito al tiempo pasado con Jesús en el Santísimo Sacramento. El sacerdocio es una verdadera vocación sagrada, con la predicación, la enseñanza, los sacramentos, el cuidado de los pobres y los enfermos, y tantos otros ministerios espirituales. Pero el sacerdocio es también una vida solitaria, y muchas veces difícil y gravosa cuando los sacerdotes tienen que lidiar con problemas de la parroquia (como deudas), y experimentar falta de cooperación y aún sufrir críticas.

Naturalmente, con su propia fuerza solamente, un sacerdote quizás no pueda hacerle frente a todo esto. Pero, sobrenaturalmente, con la gracia de Dios, él puede hacerlo todo. Elcompartir sus problemas y dificultades con Jesús en el Santisimo Sacramento aliviará las cargas. El sacerdote puede acudir a Jesús en el Santísimo Sacramento, en cualquier momento del día y de la noche, para contarle sus problemas.

Al llegar al final de mi vida, de mi sacerdocio y mis deberes, atribuyo todo el crédito por cada uno de mis éxitos a mi Hora Santa 

diaria. A la hora de mi retiro del ministerio parroquial, la principal petición que hice a mi obispo fue que yo pudiera tener el Santísimo 

Sacramento reservado en una capilla en mi residencia. Es ahí donde paso mi Hora Santa y otros tiempos todos los días, intercediendo 

por la Iglesia y sus sacerdotesque continúan en servicio activo.

Cuando vengo a la capilla para comenzar mi Hora Santa diaria, hablo con las mismas palabras que he usado durante los años 

con Jesús en el Santísimo Sacramento: “Cuando los ángeles en el santuario Te estén bendiciendo y yo esté en mi última agonía, recuerda este día, esta capilla y esta hora Contigo.”

¡Comenzad la Adoración Eucarística Perpetua en vuestra parroquia hoy!

Comuníquese con nosotros para designarle un Misionero y obtener copias de este panfleto junto con los materiales para para empezar la Adoración Eucarística Perpetua.

Misioneros del Santísimo Sacramento
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