* Al entrar en la Iglesia o Capilla, haz una reverente genuflexión
(o
inclinación, si tienes algún impedimento físico) delante de Jesús
presente en persona
en el Santísimo Sacramento.
* Con actitud de adoración, alaba al Señor por su Presencia Real en la
Sagrada Eucaristía y por estar allí siempre presente para ti las 24
horas del día,
los siete días de la semana.
* Dale gracias a Dios por su amor, su sacrificio, su Presencia Eucarística.
Descansa en su Presencia, porque Él está allí esperándonos en su
Sacramento de
Amor.
¡Oh Santísimo Sacramento, oh Sacramento divino. Toda alabanza
y acción de
gracias, te sean dadas en todo momento!
Jesús te habla al corazón:
“Ven a Mí . . . Yo te daré nuevas fuerzas.” “Cuánto he
deseado verte y
pasar algún tiempo de quietud contigo, en comunión contigo ‘de corazón
a
corazón’, como lo hacen los mejores amigos. Sé que estás cansado y
agotado por las
vicisitudes, los quehaceres y los problemas de la vida y del mundo.
Querido mío,
quiero que me cuentes todos tus pesares. Todo lo que te preocupa a ti
me
preocupa a Mí. Me gusta escuchar y el tiempo que tengo es ilimitado. Quédate
conmigo y descansa un rato. Permíteme llenarte de amor, alegría y
paz. Solamente Yo
puedo darte paz verdadera, una paz que el mundo no puede dar. Cuéntame
de tus
necesidades y tus anhelos. Cuéntame de tus seres queridos, cómo están
y qué
cosas necesitan. Ellos son mis amados también.”
* Háblale a Jesús en el Santísimo Sacramento (ya sea que esté en el
sagrario
o expuesto en la custodia) tal como le hablarías a tu mejor amigo. Dale
a
conocer todas tus preocupaciones y necesidades, y también las de tus
familiares,
seres queridos, amigos y vecinos. Manifiesta dolor por las faltas que
hayas
cometido (pecados), y por las personas a quienes hayas perjudicado u
ofendido.
Pídele la gracia de perdonar a todos los que te hayan hecho daño. Ora
pidiendo
guía y curación.
* Quédate un momento en silencio para escuchar (con el corazón y la
mente) lo
que Él te diga.
“Amado mío, dime todo lo que te cause
felicidad y satisfacción. Cuéntame qué
es lo que te gusta de las personas, lugares y cosas . . . Dime, ¿me
amas?
* Ofrécele al Señor tu amor, tu corazón y tu vida (todo lo que eres,
tienes y
haces).
* Lee la Biblia, reza el rosario, reza la coronilla de la Divina
Misericordia
o usa tu devocionario favorito o cualquier otra oración que el Espíritu
Santo
te inspire a usar.
“Querido mío, te doy muchas gracias por visitarme. Te amo tanto y tu
compañía
me llena de gran alegría. Te guardaré a ti y
a todos tus seres queridos, y
también todas tus intenciones, en Mi corazón y mi mente. Los presentaré
a
Nuestro Padre y enviaré al Espíritu Santo para fortalecerte a ti y a
ellos.
Recuerda que Yo estoy siempre aquí para ti. Por favor, regresa y visítame
muy pronto.”
ADORACIÓN: ¡Oh,
Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, ¡te amo en
el
Santísimo Sacramento!
¡Dios mío, creo en Ti, te adoro, espero en Ti y te amo! Te pido
perdón por
todos los que no creen, no te adoran, no esperan en Ti ni te aman. ¡Oh,
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro con todo mi
corazón! Te
ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo,
tu Hijo,
presente en todos los tabernáculos del mundo en reparación por los
ultrajes,
los sacrilegios y la indiferencia con que se le ofende, y por los
infinitos
méritos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María,
te ruego
por la conversión de los pobres pecadores.
¡Seas por siempre bendito y alabado mi Jesús
Sacramentado!
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y todo será creado y
renovarás la faz
de la tierra.
Oh, Dios, que con la luz del Espíritu Santo iluminas
los corazones de tus
fieles, concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, disfrutemos de
lo que
es recto y nos gocemos con su consuelo celestial. Por Jesucristo,
Nuestro
Señor. Amén.
¡Padre, Hijo y Espíritu Santo, ilumíname y, con
Tu gracia, fortaléceme!
Santo Ángel Custodio, adorador excelso de
nuestro eterno Rey oculto en la
Sagrada Eucaristía, obtén para mí un amor y una estima siempre
crecientes por el
Santísimo Sacramento. Ayúdame a perseverar y fielmente corresponder a
las
magníficas gracias sacramentales que recibo diariamente. Amén. ¡Arcángeles
San
Miguel, San Gabriel y San Rafael, rueguen por nosotros!
ACCIÓN DE GRACIAS: Jesucristo,
mi Señor, ¡te adoro! Te doy gracias por tu
maravilloso amor que te mantiene en la tierra con nosotros, día y noche,
en la
Sagrada Eucaristía. Te doy gracias por el don de la vida, por mi
familia, mis
amigos y mis seres queridos; por las innumerables gracias y bendiciones
que has
derramado sobre mí y sobre toda persona en todo el mundo. Te doy
gracias,
Señor, por tu constante, misericordioso y tierno cuidado.
¡Oh, Dios mío, te amo por todas las gracias que
me has prodigado!
OFRECIMIENTO: Amado Jesús,
me ofrezco a Ti. Me pesan todas las veces que te
he ofendido a Ti y al prójimo. Quiero hacer reparación por mis faltas
pasadas
y cumplir la voluntad de Dios en todas las cosas, hoy y todos los días
de mi
vida. Ayúdame a orar, vivir y trabajar, te suplico, para honor y gloria
de Dios
y para llevar a otros a tu presencia en la Sagrada Eucaristía. Con tu
amor y
tu gracia quiero ayudar a llevar a muchas almas al cielo para vivir
contigo en
la plenitud de tu amor, paz y alegría por toda la eternidad. Amén.
Comunión espiritual:
Creo, Jesús mío, que sois el Hijo de Dios vivo, que
habéis muerto en la cruz por mí, y estáis ahora real y verdaderamente
en el
Santísimo Sacramento del Altar. Os pido perdón de todos mis pecados.
Os amo sobre
todas las cosas y deseo recibiros. Venid a mi corazón. Os abrazo como
si ya
hubierais venido y me uno enteramente a Ti. No os apartéis jamás de mí.
¡Corazón Eucarístico de Jesús, ten
misericordia de mí y del mundo entero!
Alma de Cristo: Alma
de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión
de Cristo,
confórtame. Oh, buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme.
No
permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la
hora de mi
muerte, llámame y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe
por los siglos
de los siglos. Amén. (San Ignacio de Loyola)
PETICIONES: Jesucristo,
Señor mío, te ruego que ayudes a mi familia, amigos
y seres queridos con nuestras necesidades e intenciones, que concuerdan
con la
voluntad de Dios. Amado Jesús, te ruego que auxilies a todos los
enfermos,
los que sufren, los moribundos (especialmente los que morirán este día)
y los
que ya han muerto. Recuerda, Señor, a todos los que más necesitan el
amor y la
misericordia de Dios en ese día y en esta misma hora. Dios mío, te
ruego que
des fuerzas a nuestro Santo Padre para que dirija nuestra Iglesia en la
plenitud de la verdad de nuestra fe. Envía a tu Espíritu Santo sobre
todos los
sacerdotes y religiosas de nuestra Santa Madre Iglesia. Oro pidiendo que
todos ellos
sean santos y verdaderos discípulos de la fe que Tú nos has
transmitido, para
que nuestra Iglesia permanezca siempre Una, Santa, Católica y Apostólica.
Santa Catalina de Siena, ruega para que el Vicario de Cristo se oponga
siempre al
espíritu del mundo.
Santa María, Madre de la Iglesia, ruega por
nosotros.
San José, Patrono de la Iglesia Universal, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Lisieux, Patrona de los Misioneros, ruega por nosotros.
Oración de San Francisco por la paz:
Señor, hazme un instrumento de tu paz:
haz que donde haya odio, siembre yo amor; donde haya injuria, perdón;
donde
haya duda, fe; donde haya desaliento, esperanza; donde haya sombras, luz;
donde
haya tristeza, alegría. ¡Oh Divino Maestro! que no busque ser
consolado, sino
consolar; que no busque ser comprendido, sino comprender; que no busque
ser
amado, sino amar; porque dando es como recibimos; perdonando es como Tú
nos
perdonas; y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
Nuestra Señora, Reina de la Paz, ruega por
nosotros.
San Francisco de Asís, mensajero de la Paz, ruega por nosotros.
Santa Clara de Asís, adoradora de Jesús, ‘Príncipe de la Paz’,
ruega por
nosotros.
Toda alabanza, adoración, amor y acción de
gracias sean siempre dadas al
Corazón Eucarístico de Jesús en todos los sagrarios del mundo y hasta
el fin de
los tiempos. Amén.
Oración por la vida:
Señor nuestro, Jesucristo, Hijo del Dios Vivo e Hijo
de María, te alabamos y te damos gracias por el espléndido don de la
vida, la
Vida Divina y la vida humana. Nos comprometemos a adorar y proclamar tu
Presencia Personal en la Sagrada Eucaristía, porque solamente en Ti está
la
victoria de la vida. Dedicamos nuestra vida a proteger y defender la
vida humana en
todas sus formas: los bebés no nacidos, los enfermos, los ancianos, los
pobres
y todas las víctimas de la violencia. Te imploramos que derrames tu
Amor y tu
Misericordia sobre el mundo entero, porque Tú eres la verdadera fuente
de toda
forma de paz y de toda esperanza.
Por el poder vivificante de Tu Precioso Cuerpo y
Sangre, te rogamos que
nos fortalezcas y nos guíes para proclamar, proteger y defender la
dignidad y
la santidad de la vida. Transfórmanos, por tu Presencia Misericordiosa
en el
Santísimo Sacramento, para que todos seamos uno contigo y con el Padre
y el
Espíritu Santo ahora y para siempre. Amén.
¡Todos los Santos Ángeles y los Santos del
Cielo, rueguen por nosotros y por
el mundo entero!
“¿Os dais cuenta de que Jesús está allí
en los sagrarios expresamente para
vosotros y nada más que para vosotros? Lo hace porque tiene el ardiente
deseo de
venir a vuestros corazones.” “Qué le decís a Jesús? Yo no le digo
nada;
solamente lo amo. (Santa Teresa, la Florecilla, Doctora de la Iglesia).
“Oh Dios-Hombre, presente en este Sacramento para mí, ¡qué
consolación, qué
privilegio saber que me postro delante de Dios! ¡Y pensar que este Dios
me ama!
. . . María, madre mía, ayúdame a corresponder a su amor” (San
Alfonso de
Ligorio, Doctor de la Iglesia).
“Estoy bastante segura de que si tan solo una vez pudiéramos
acercarnos al
Santísimo Sacramento con gran fe y amor, eso sería suficiente para
hacernos
espiritualmente ricos. ¡Cuánto más si lo hacemos con frecuencia!”
(Santa Teresa de
Ávila, Doctora de la Iglesia).
“Adorad y alabad el inmenso amor que Jesús
tiene para vosotros en este
Sacramento de Sí mismo . . . Él viene personalmente del cielo para
vosotros, para
ofreceros compañía y consolación” (San Pedro Julián Eymard, Apóstol
de la
Eucaristía).
“¿Qué os ha dejado vuestro Dios? Él mismo se ha quedado,
enteramente Dios y
enteramente hombre, oculto tras la blancura de este pan. ¡Oh, fuego de
amor!
¿No era acaso suficiente donarnos la creación a Vuestra imagen y
semejanza y
crearnos de nuevo a la gracia en la sangre de Vuestro Hijo, sin daros
Vos mismo
como alimento, la totalidad del ser divino, la totalidad de Dios?”
(Santa
Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia).
“Un día un amigo más bien mundano le
preguntó [a San Francisco]: ‘Padre, qué
hacéis en tan largas horas delante del Santísimo Sacramento?’
‘Hijo mío, te
pregunto a mi vez ¿qué hace el pobre a las puertas del rico, el
enfermo en
presencia de su médico, el sediento al borde del arroyo cristalino? Lo
que ellos
hacen, yo lo hago ante el Dios Eucarístico. Yo ruego; yo adoro; yo amo’”
(La
Vida de San Francisco de Asís, Nesta de Robeck).
“No olvidemos visitar . . . a Jesús. Digámosle que lo amamos. Le
podemos
preguntar qué espera de nosotros y cuáles son sus deseos. A veces
podemos pedirle
algo para nosotros o algo para otras personas. Uno le puede hablar a Jesús
de
hermano a hermano, de amigo a amigo, y con más apertura aún, ya que
muchas
veces sucede que los hombres no nos entienden, mientras que Jesús nos
entiende
perfectamente a cada uno” (San Maximiliano Kolbe).
“Te dejaste a Ti Mismo en el Sacramento del Altar, y nos abriste de
par en
par Tu Misericordia. No hay miseria que Te pueda agotar; llamaste
a todos a esta
fuente de amor, a este manantial de la piedad divina. Aquí está el
trono de
Tu Misericordia, aquí el remedio para nuestras enfermedades. . . Aquí
está la
Fuente viva de Tu Misericordia, aquí las almas encuentran consuelo y
alivio”
(Santa Faustina).
“Arrodíllate y rinde el tributo de tu presencia y devoción a Jesús
en el
Santísimo Sacramento. Confíale todas tus necesidades, junto con las de
otras
personas. Háblale con abandono filial, da rienda suelta a vuestro corazón,
y dale a
Él completa libertad para actuar en ti como Él lo desee” (San Pío
de
Pietrelcina).
“El fruto del silencio es la ORACIÓN, el fruto de la oración es la
FE, el
fruto de la fe es el AMOR, el fruto del amor es el SERVICIO, el fruto
del
servicio es la PAZ” (Beata Madre Teresa de Calcuta).
“Oh Santos ángeles, permitidme ver a Dios en
el altar como vosotros lo veis
en el cielo” (Beato Hno. André Bessette).
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