El Rosario Eucarístico
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"La oración del Rosario no es otra cosa
que contemplar con María la belleza del rostro de Cristo" (Rosarium Virginis Mariae, 1). "La contemplación de Cristo en la escuela de María... es detenerse ante el rostro Eucarístico de Cristo, señalando con nueva fuerza a la Iglesia la centralidad de la Eucaristía" (Ecclesia de Eucharistia, 7). A todos quisiera sugerir que intensifiquen el rezo del Santo Rosario, de forma individual y comunitaria, para obtener del Señor las gracias que la Iglesia y la humanidad más necesitan. Mi invitación se dirige a todos: niños, adultos, jóvenes y ancianos, familias, parroquias y comunidades religiosas. Entre las numerosas intenciones, no quisiera olvidar la de la paz. La guerra y la injusticia tienen su orígen en el corazón ‘dividido’. ‘Quien interioriza el misterio de Cristo—y el Rosario tiende precisamente a eso—aprende el secreto de la paz y hace de él un proyecto de vida’ ( Rosarium Virginis Mariae, 40). Si el Rosario marca el ritmo de nuestra existencia, podrá transformarse en instrumento privilegiado para construir la paz en el corazón de los hombres, en las familias y entre los pueblos. Con María podemos obtenerlo todo de su Hijo Jesús. Sostenidos por María, no dudaremos en dedicarnos con generosidad a la difusión del anuncio evangélico hasta los confines de la tierra" (Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones 2003). "Pongámonos, sobre todo, a la escucha de María Santísima, en quien el Misterio Eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz. Mirándola a ella conocemos la fuerza transformadora que tiene la Eucaristía. En ella vemos el mundo renovado por el amor" (Ecclesia de Eucharistia, 62). "Hay, pues, una analogía profunda entre el Fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el Amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. A María se le pidió creer que aquel a quien concibió ‘por obra del Espíritu Santo’ era el ‘Hijo de Dios’ (cf. Lc 1, 30.35). En continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio Eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser humano-divino en las especies del pan y del vino" (ibid, 55). "‘Feliz la que ha creído’ (Lc 1, 45). María ha anticipado también en el Misterio de la Encarnación la fe eucarística de la Iglesia. Cuando, en la Visitación, lleva en su seno el Verbo hecho carne, se convierte de algún modo en ‘tabernáculo’ --el primer ‘tabernáculo’ de la historia-- donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como ‘irradiando’ su luz a través de los ojos y la voz de María. Y la mirada embelesada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística?" (55). "Sólo Juan permanecerá al pie de la Cruz, junto a María y a las piadosas mujeres. La agonía en Getsemaní ha sido la introducción a la agonía de la Cruz del Viernes Santo. La Hora Santa, la hora de la redención del mundo. Cuando se celebra la Eucaristía ante la tumba de Jesús, en Jerusalén, se retorna de modo casi tangible a su ‘hora’, la hora de la cruz y de la glorificación. A aquel lugar y a aquella hora vuelve esprititualmente todo presbítero que celebra la Santa Misa, junto con la comunidad cristiana que participa en ella." (4). "En el humilde signo del pan y el vino, transformados en Su Cuerpo y en Su Sangre, Cristo camina con nosotros como nuestra fuerza y nuestro viático y nos convierte en testigos de esperanza para todos. Si ante este Misterio la razón experimenta sus propios límites, el corazón, iluminado por la gracia del Espíritu Santo, intuye bien cómo ha de comportarse, sumiéndose en la adoración y en un amor sin límites" (62). *Todos estos extractos han sido tomados de los documentos pontificios de S.S. Juan Pablo II. Los Misterios Gozosos del Rosario 1. La Anunciación (Lc 1, 38): El fíat de Maria, "el sí", al ángel San Gabriel nos dio la Sagrada Eucaristía. Del cuerpo de Jesús, formado dentro de Su Madre, proviene la carne que El nos da en el Santísimo Sacramento. En cada Avermaría que rezamos—le decimos "Sí" a la vida. 2. La Visitación (Lc 1, 78): María fue a ayudar a su prima Isabel que estaba embarazada. Estando aun en el vientre de Isabel, Juan Bautista reconoció a Jesús oculto en el vientre de María, el primer tabernáculo del Señor. Ahora nosotros reconocemos a Jesús oculto en la Eucaristía. En cada Avemaría pedimos la caridad, por el amor a Dios y a los demás. 3. El Nacimiento de Jesús en Belén (Lc 2, 1-20): La Sagrada Eucaristía es la prolongación de la Encarnación de Cristo en la tierra. Cuando visitamos a Jesús en el Santísimo Sacramento, vamos a Belén, cuyo nombre significa ‘casa de pan’. En cada Avemaría que rezamos nos unimos a María y a San José en la perfecta adoración a Jesús. 4. La Presentación de Jesús en el Templo (Lc 2, 34-35): María y San José presentaron a Jesús en el templo de acuerdo a la ley de Moisés. A ellos les pedimos que rueguen por nosotros ahora para que nuestros pensamientos, palabras y obras sean puros y del agrado de Jesús en la Sagrada Eucaristía. En cada Avemaría pedimos la pureza y la castidad. 5. El Hallazgo de Jesús en el Templo (Lc 2, 46): María y San José encontraron a Jesús después de tres días que se había perdido. ¡Qué alegría sintieron al encontrarlo! Ahora, María y José pasan su eternidad ayudando a la humanidad a encontrar a Jesús en el Santísimo Sacramento! En cada Avemaría pedimos la gracia de la salvación. Los Misterios Luminosos del Rosario 1. El Bautismo de Jesús (Jn 1, 29-33): Juan Bautista vio a Jesús y exclamó "He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". "Ése es el que bautiza con Espíritu Santo". Cuando vamos "Al Cordero", Jesús en la Sagrada Eucaristía, le pedimos por la gracia de vivir nuestra llamada Bautismal a ser fieles hijos del Padre. En cada Avemaría rogamos por el anhelo de estar dispuestos a recibir los dones del Espíritu Santo. 2. La Boda de Caná (Jn2:5): A pedido de Su Madre, Jesús obró su primer milagro convirtiendo el agua en vino. María dijo: "Haced lo que Él os diga". Tomemos en consideración las palabras de Nuestra Santa Madre y vayamos a Jesús en el Santísimo Sacramento para escucharle y para que nos renueve. En cada Avemaría rogamos por la gracia de responder a Jesús. 3. El Anuncio del Reino de Dios (Mt 10:7, 8): Jesús en la Sagrada Hostia es La Buena Nueva, el ¡Príncipe de la Paz! Día y noche anhela por darnos la paz. Todos estamos llamados a ser discípulos de Jesús y a llevar a cabo la misión de predicar el Evangelio de amor y paz con nuestras vidas. En cada Avemaría rogamos por la Paz del Mundo. 4. La Transfiguración (Mt 17,5-7): Pedro, Santiago y Juan se asustaron cuando vieron el rostro brillante de Cristo. Oyeron que el Padre decía "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle". Jesús dijo "¡No teman!" Jesús nos espera en la Sagrada Eucaristía para darnos amor, luz y vida. En cada Avemaría rogamos por Su presencia sanadora y Su amor de transformación para que se manifiesten en nosotros, en nuestras familias y en nuestros seres queridos. 5. Institución de la Eucaristía (Mt 26, 26-28): Estando con Sus Apóstoles en la Última Cena, Jesús les dijo "Éste es mi Cuerpo...Ésta es mi Sangre...que es derramada por muchos para perdón de los pecados". "Los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Jesús nos dio Su Sagrada Eucaristía para alimentarnos, fortalecernos, salvarnos y ser nuestra perpetua compañía como prueba de Su amor. Jesús continúa amándonos y anhela colmarnos de bendiciones. Al igual que San Juan, recibamos a Jesús y descansemos en Su Corazón haciéndole compañía constantemente. Oremos y trabajemos para que la Adoración Eucarística Perpetua empiece en toda parroquia. En cada Avemaría demos gracias por el don de la Santísima Eucaristía. Los Misterios Dolorosos del Rosario 1. La Agonía en el Huerto (Mt 26, 36-40): La Agonía que sufrió Jesús fue saber que en la Eucaristía Él iba a ser rechazado por muchos y apreciado por tan pocos. Jesús suplicó a Sus discípulos: "¿No pueden permanecer despiertos ni una hora conmigo?" Jesús ahora nos hace la misma súplica. En cada Avemaría pedimos que Jesús Eucaristía sea siempre adorado. 2. Los Azotes en la Columna (Jn 19, 1): La Eucaristía es fruto de la Pasión de Nuestro Señor. Por medio de la Adoración hacemos reparación por las indiferencias e ingratitudes que Jesús sufre en el Santísimo Sacramento. En cada Avemaría oramos por el amor a nuestros enemigos. 3. La Coronación de Espinas (Jn 19, 2): Las espinas se incrustaron en la Sagrada Cabeza de Jesús. Nuestro Señor fue negado, mofado y humillado. Consolemos a Jesús en la Sagrada Eucaristía orando por aquellos que no creen en Él, no le adoran, no confían en Él y no le aman. En cada Avemaría rogamos por la humildad de adorar a Jesús en la Sagrada Hostia. 4. Jesús carga Con Su Cruz (Jn 19,17): Por amor a nosotros, cansado, débil y sufriendo, Jesús cargó con Su pesada cruz en la ruta al Calvario. Por Su santa Cruz nos redimió y se hizo uno con nosotros en la Sagrada Eucaristía. Debido a Su Pasión tenemos ahora la Eucaristía. En cada Avemaría rogamos por paciencia en cumplir nuestras obligaciones diarias. 5. La Crucifixión y muerte de Jesús (Lc 23, 33,34): No hay nada más que Jesús pueda darnos que el regalo total de Sí mismo en Su Santa Eucaristía. En la cruz nos dio Su Cuerpo y Su Sangre por amor a nosotros para ¡poder dárnoslos en la Santa Eucaristía! ¡Ahora El puede ser uno con nosotros por siempre en la gloria eterna! En cada Avemaría oramos—Señor atrae a toda la humanidad a Tu Corazón Eucarístico. Los Misterios Gloriosos del Rosario 1. La Resurrección (Mt 28, 9): Jesús vive hoy en el Santísimo Sacramento ¡Aleluia! ¡La Eucaristía es Nuestro Señor Resucitado! El poder de Su Resurrección se derrama sobre todos los que vienen ante Su Presencia Eucarística tranformándolos a Su imagen. En cada Avemaría rogamos a Jesús que aumente nuestra fe en Su Presencia Real en la Eucaristía. 2. La Ascención (Lc 24, 51-52): María es la perfecta adoradora del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor. Después de la Ascención corporal de Jesús al cielo, María pasó el resto de su vida adorándolo en la Sagrada Eucaristía. En cada Avemaría rogamos a Jesús Eucaristía que comunique Su esperanza, misericordia y reconciliación a toda la humanidad. 3. La Venida del Espíritu Santo sobre los Ápóstoles y sobre Nuestra Señora (Hch 2, 1-4): Los apóstoles se encontraban reunidos en oración alrededor de María cuando el Espíritu Santo descendió ¡como lenguas de fuego sobre ellos! Ese mismo fuego del Amor Divino es el que Jesús inflama en la Eucaristía, de donde el amor de Dios se derrama a nuestros corazones. En cada Avemaría oramos en gratitud por Su Amor. ¡Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la tierra! 4. La Asunción (1 Cor 2,9): María es subida al cielo y Su Corazón se hace uno con el Corazón de Jesús para siempre. Estos dos corazones laten al unísono. María está donde está Jesús y por eso la llamamos Nuestra Señora del Santísimo Sacramento. En cada Avemaría rogamos por ¡que estemos unidos al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús! 5. La Coronación (Ap 12, 1): Por su humildad, María es elevada a lo más alto de la gloria y es coronada como Reina del Cielo y de la Tierra por la Santísima Trinidad. Hagamos una consagración total a Jesús por María, "Totus Tuus", totalmente tuyos. Señor, te rendimos nuestro corazón en la Santa Eucaristía en la que nos das Tu Corazón. En cada Avemaría rogamos ¡por el Triunfo del Inmaculado Corazón de María y el Reino del Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús! Para mayor información sobre la Sagrada Eucaristía y el Rosario, por favor visite la página web www.ACFP2000.com Copyright, Missionaries of the Blessed Sacrament. Reservados todos los derechos. Oración al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María Sacratísimo Corazón de Jesús, realmente presente en la Santísima Eucaristía, te consagro mi cuerpo y mi alma a Tu Corazón para que sean uno sólo, sacrificado a cada instante en todos los altares del mundo y alabo al Padre, implorando por el advenimiento de Su Reino. Recibe, te lo ruego, ésta mi humilde ofrenda. Dispón de mi según Tu voluntad para la gloria del Padre y la salvación de las almas. Reina del Santísimo Rosario y Madre amorosísima de todos, me consagro a tu Inmaculado Corazón, y te encomiendo a mi familia, a mi país y a la humanidad entera. Te ruego aceptes mi consagración, Madre amantísima, y utilízame según sea tu deseo, para cumplir con tus designios sobre el mundo. Oh Inmaculado Corazón de María, Reina del Cielo y de la Tierra, reina en mí y enséñame a permitir que el Corazón de Jesús reine y triunfe en mí y a mi alrededor como reinó y triunfó en ti. Amén. ¡Sagrado Corazón de Jesús, Inmaculado Corazón de María, protégenos! ¡Padre Celestial, por medio del Espíritu Santo, te ofrecemos todo por el Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús, todo a través del Inmaculado Corazón de María y todo en unión con San José! Cómo rezar el Rosario: Empezar haciendo la Señal de la Cruz, luego rece el Credo de los Apóstoles, un Padre Nuestro, tres Avemarías y un Gloria. Cada una de las cinco décadas del Rosario empieza con un Padre Nuestro seguido por diez Avemarías, un Gloria y la oración de Fátima. Finalizar el Rosario con la Salve. Credo de los Apóstoles: Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. Padre Nuestro: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén. Ave María: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Gloria: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Oración de Fátima: Oh Jesús mío, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia. Salve: Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve, a ti clamamos los desterrados, hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh Clemente!, ¡Oh Piadosa!, ¡Oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén. Rezar los misterios Gozosos el Lunes y el Sábado, los misterios Luminosos el Jueves, los misterios Dolorosos el Martes y el Viernes y los misterios Gloriosos el Domingo y el Miércoles. |
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